El intento de «exterminar» al adversario político por fuera de la contienda electoral, no es nuevo, ni es patrimonio de nuestro país. El atentado a Cristina fue el resultado de la demonización constante de los medios hegemónicos, parte del poder judicial y parte de la oposición política. Los medios como Clarín, TN, La Nación, La Nación +, etc, convirtiéndola en un ser maléfico cuyo único objetivo es robarle al pueblo argentino. El Poder Judicial, encabezado por la Corte Suprema, aceptando la «doctrina Irurzun» o la «Justicia Moderna» que pregonaba Bonadío, «al enemigo nada», no dejando acceso a los expedientes solicitados por las defensas. Hasta el día de hoy, en el caso Nisman, no permitieron confrontar las pericias realizadas por los peritos de la Corte, que decían que era un suicidio, con los de la Gendarmería, pedidos por Patricia Bullrich, que decían que fue un asesinato; los cuadernos o fotocopias todavía no se los dieron al Juez de la causa, para que pueda saber de su autenticidad. Fiscales y jueces, que juegan al fútbol y al tenis, con el principal denúnciante de las causas: Macri, pero nadie se declara incompetente, entre ellos el fiscal Luciani, que la acusa de Asociación Ilícita en sus doce años de mandato, por la causa denominada «Vialidad». Los políticos opositores como Macri, Carrió, Bulrrich, que permanentemente vomitan todo su odio contra ella y el kirchnerismo o el diputado del PRO Francisco Sanchez, que pidió «pena de muerte», o López Murphy, diciendo «son ellos o nosotros» o Tetaz, Arietto, Granata y muchos más, todos bajo la inefable dirección de Héctor Magnetto, jefe del poder económico de nuestro País. Son los mismos que bombardearon una ciudad abierta en 1955 o fusilaron en José León Suarez en 1956 a la militancia civil y militar peronista. Estos son quienes cargan el arma todos los días y desde el inicio de nuestra historia, para que alguien lleno de odio, apriete el gatillo.